Thursday 13 March 2008

Muerte y neurosis en Luis Cernuda, Juan-Ramón Jiménez y Ramón del Valle Inclán



Luis Cernuda, poeta del s. XX por antonomasia, sufrió de todo lo que éste imprimió sobre la conciencia humana: soledad, aislamiento, sentimiento de marginación, alienación, neurosis y muerte, proyectándola magistralmente en su poesía existencial. Homosexual, comunista, romántico y existencialista, encarnó de modo representativo las ansias y las enfermedades psíquicas que el nuevo siglo conllevó. Muy acertadamente J. Caminero[1] observa la tan característica propensión cernudiana hacia, por una parte, la idealización-mitificación del pasado histórico español, y por otra, hacia la evocación nostálgica del paraíso perdido (léase niñez), tema este último que impregna todo su corpus poético de modo aflictivo y obsesivo. No olvidemos que tanto personalmente Cernuda como también todos sus coetáneos y amigos escritores de los pertenecientes a la llamada Generación del '27, se vieron condicionados de modo determinante por las concretas coyunturas históricas traumáticas que estigmatizaron irrevocablemente a la España contemporánea. En algunos de ellos el trauma se manifestó como pérdida de su propia vida (Lorca), en otros (Cernuda), como sensación de desarraigo profundo (físico y espiritual), como amargura, pesimismo, marginación y olvido.
Con razón J. Caminero
[2] llega a relacionar el marcado pesimismo y nihilismo cernudiano con las experiencias provenientes de un contexto histórico concreto: el exilio, el olvido y la marginación a la que se le condenó al poeta tras la Guerra Civil, se convierten en anhelo del paraíso idílico pero perdido de su infancia; en fuga, a toda costa, de una realidad decepcionante, llena de muerte; en deseo de librarse de la sensación irremediable del tiempo que atormenta al poeta, lo desesperanza sin paliativo alguno. Según Caminero, en Cernuda SER equivale a TIEMPO. Y TIEMPO equivale a MUERTE[3]. A modo de prueba sobre la relación estrecha entre los términos arriba analizados, leamos al mismo Cernuda:
Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza (no sé si expreso esto bien). Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad.
[4]
Tras el análisis introductorio anterior, se habrá notado que hemos llegado ante la definición misma de la neurosis, quizás recapitulación sumaria de la índole verdadera de la poesía cernudiana:
El duelo es, por lo general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc. […] La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio. (Freud, 1988: 2096)
[5].
Cernuda, aplastado por la dolorosa realidad exterior, recurre a la neurosis (en el sentido freudiano y reichiano), como contrapeso
[6] a ella, inventándose un sinfín de dicotomías y dualidades[7]; se vale de la introspección y la auto-reclusión como 'contracarga' a una vida llena de tiempo y de muerte; y se aferra a los artilugios imaginarios de la niñez, del pasado, del olvido, en un intento agonizante de librarse de todo lo circundante, en un esfuerzo de anatematizar lo efímero de la existencia humana, el paso del tiempo implacable, el desgaste gradual del hombre hasta el decaimiento final, que es la muerte. Obrando así, corrobora los casi coetáneos desarrollos psicoanalíticos de Freud y se hace partícipe a las demás evoluciones posteriores en este campo (con más características las aportaciones de Wilhelm Reich al respecto), las cuales por primera vez se van a centrar en la enfermedad psíquica (neurosis) como producto del conflicto fundamental de la vida entre deseo y realidad. No podría ser más elocuente al respecto el título bajo el cual el mismo Cernuda fue coleccionando sus poemas a lo largo de su vida: La realidad y el deseo. Se pone a la vez al lado de las tendencias más características del turbulento siglo en el que vivió.
Acabamos de analizar la afinidad de Cernuda al movimiento psicoanalítico. Subrayemos aquí su otro tanto relevante proximidad a las inquietudes de otra corriente del pensamiento del s. XX: la del existencialismo:
para quien reflexiona, toda empresa es absurda; Baudelaire [un tanto como Cernuda] se ha empapado de esa absurdidad. De golpe, por una nadería, un chasco, una fatiga, descubre la soledad infinita de esa conciencia “vasta como el mar”[…] en uno de esos estados, escribe a su madre: “lo que siento es un inmenso desánimo, una sensación de aislamiento insoportable[…] una ausencia total de deseos, una imposibilidad de encontrar cualquier diversión [una autonegación]”. (Sartre, 1972: 863)
[8].
Aparecido por primera vez en la filosofía de un S. Kierkegaard o de un A. Shopenhauer, fuertemente relacionado con la casi coetánea corriente del romanticismo europeo (llevado a sus últimas consecuencias), y proyectado en el s. XX en el pensamiento de un J. P. Sartre, en las novelas de un F. Kafka, en el cine de un Bergmann o en la música de un D. Shostakovich, para desembocar al universo filosófico macabre y enfermizo de un E. Cioran, el existencialismo europeo llegó a ser quizás el rasgo más identificado con el siglo XX, y Cernuda merece indudablemente su plena inscripción en él. La muerte como tema poético predilecto, constituye la cúspide de la trayectoria de un poeta que, nacido en un siglo lleno de convulsión sentimental, sangre y horror y a la vez obsequiado del don artístico y la sensibilidad de su tamaño, no podría sino entregarse por completo a la melancolía y a la depresión neurótica, resultado inesquivable estas de un trasfondo cultural romántico
[9]-existencialista[10].
Otro poeta neurótico y gran maestro de la evasión
[11] mediante la poesía, un poco anterior a Cernuda, fue Juan Ramón Jiménez. En cuanto a la significación que el tema de la muerte tuvo en su vida y por consiguiente en su poesía, baste recordar que sus notorias crisis provenientes de una neurosis depresiva, de la que en realidad padeció durante toda su vida, se intensificaron a partir de la muerte de su padre, acontecimiento que “... inundó mi alma de preocupación sombría”[12]. A partir de entonces, la muerte se convertirá en emblema de sus versos, y en causa de sus frecuentes visitas a clínicas y sanatorios, a lo largo de su vida.
Dicho tema se bifurcará en la poesía juanramoniana en múltiples manifestaciones y matices. Una de las más interesantes, será la que entrelaza muerte y niños, en rara consonancia con la actitud semejante del antiguo poeta romanizado de Hispania Marcial, como observa C. T. Pabón
[13]. Dicha conexión le sirve a Juan Ramón de pretexto idóneo para encasillar en su poesía todo aquel catarata sentimental que le inunda, todo un arsenal poético profuso en melancolía, tristeza, dolor y muerte que tan apropiadamente se armoniza con su personalidad y temperamento propios:
«Una de esas enfermedades venenosas que llevan tantos niños del mundo había matado, después de una agonía horrible, al pobrecito niño; y la madre, una muchacha abandonada, una mártir vestida de negro, divina belleza marchitez, besaba, loca de dolor la boquita cárdena y fría del niño muerto para envenenarse también, para ir con él al cementerio. Desesperada, quería para su cuerpo, hastiado del ritmo de la sangre, el frío de aquella carnecilla amarilla,y para su boca, cansada ya de hablar las palabras de la vida, el jesto de aquella pobre boquita entreabierta. Pero el cielo alegre no quiso. Y se llevaron calle arriba la cajita blanca, en la dulce tarde de la aldea, llena de niebla y sol rosa y humo flotante y azul... »
[14].
En Juan Ramón, la muerte está estrechamente ligada al concepto del paso inexorable del tiempo, de lo efímero de todo lo vivo. Y ¿qué imagen será más representativa y expresiva del carácter fugaz de la vida, si no la de unos niños que corren hacia la muerte?
Esta prisa del día más
ese huir del corriente hoy,
este ir hacia el otro árbol
del camino que no se coge.
A la muerte corre que corre
........................
Esos niños que corren hoy
volverán a correr mañana.
A la muerte corre que corre
[15].
En otra ocasión, el poeta se vale del símbolo de la rosa (lo cual utiliza de modo impresionista, depurándolo de cualquier carga simbolista-parnasiana que pudiera haber persistido de la retórica modernista), como vehículo de expresión de la fugacidad de la vida, del inherente carácter mortal de la vida, y de la subsiguiente sensación de melancolía que emana de esta verdad. De modo que la poesía juanramoniana se nos muestra altamente preocupada por la idea de la temporalidad
[16]. En palabras de Amado Alonso: "salvar lo perdurable del seguro naufragio que es el azaroso existir temporal"[17].
La conclusión ya será fácil de inferir: como observábamos en el análisis del papel de la muerte como idea obsesiva en la poesía de Cernuda, la de Juan Ramón Jiménez obedece, salvando las diferencias, al mismo esquema
[18] conceptual, al mismo agónico discurso existencial: una aguda inadaptividad innata del poeta, hace que él opte por el retraimiento, el ensimismamiento y gradualmente la intimidad extrema y el aislamiento total; no siendo posible el ser comprendido por la mediocre masa, se encierra en sí, buscando la utopía de una belleza absoluta, libre de la corrosión de tiempo y de muerte; dicha opción no puede sino conllevar la soledad, la melancolía y crisis depresivas sucesivas, semejantes a las que sufrieron a lo largo de su vida tanto Cernuda como Juan Ramón; La muerte, se convierte así en una especie de "águila de Prometeo", según el término de Gide[19], propulsando al poeta hacia la creación artística, devorándolo y deprimiéndolo de modo insoportable. Así se explica la fobia de toda la vida de Juan Ramón de una muerte inminente: como recurso de evasión última (de índole claramente neurótica) de la mediocridad de la realidad, como justificación de su huida de ella[20], coincidiendo así de modo impresionante con su casi coetáneo Cernuda. La única diferencia entre los dos: la hemos analizado ya de sobra, antes en este trabajo. Juan Ramón se podía permitirse además el lujo de justificar su evasión en nombre de su meta sagrada: capturar y encerrar por obra de su arte, la belleza y la esencia misma de la realidad, mientras que Cernuda, careciendo de cualquier refugio metafísico o existencial, no tenía otro remedio que sumirse en fin en el más abismal pesimismo y nihilismo, del que nunca iba a librarse.
Como último, aunque en realidad precedió cronológicamente a los dos anteriores escritores, pero igualmente (si no más) importante escritor-poeta, hemos dejado a Valle-Inclán, quien comparte con ellos, tanto sus ansias y tendencias vanguardistas, que en este caso se hacen aún más acentuadas dada su anterioridad cronológica, como también su obsesión peculiar, pero no menos explicable, por el tema de la muerte.
Y es que en la obra de Valle-Inclán, la muerte no sólo ocupa una posición predilecta por ocurirse en una multitud de ocasiones y bajo las más diversas y grotescas circunstancias, como tendremos la oportunidad de averiguar, sino también, se halla en la esencia filosófica y en la actitud artística misma que adopta su 'demiurgo': en el 'esperpento'.
En cuanto a la más que frecuente ocurrencia de la muerte en la obra valleinclanesca, basta con mencionar tan sólo unos pocos ejemplos: "Todo nuestro arte nace de saber que un día pasaremos. Ese saber iguala a los hombres mucho más que la Revolución Francesa"
[21] dice don Estrafalario en Los cuernos de don Friolera; la codicia de sus hijos y los defectos innatos del hombre de los que por primera vez empieza a enterarse, le conducen a Don Juan Manuel del Romance de los lobos al más absoluto nihilismo, haciéndole desear la muerte, en una crisis de desprestigio total hacia la vida y el hombre: "EL CABALLERO.- ¿Qué derecho tienes para darle tu miseria? Guarda tus pechos y déjalo morir. ¿Ves cómo llora de hambre? Pues así ha de llorar toda la vida. ¿No te da lástima, mujer? Retuércele el cuello para que deje de sufrir, y da libertad a su alma de ángel... ¡Ojalá nos retorciesen el cuello a todos cuando nacemos!"[22]. La avaricia y la lujuria, consideradas por Valle-Inclán como defectos humanos por excelencia, conducen también a la muerte de un niño (¿simple coincidencia con el obsesivo binomio juanramoniano niño-muerte?) en El embrujado. Tragedia de las tierras del Salnés, tema que va a reaparecer en La cabeza del Bautista, otra obra perteneciente al Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte[23]. Mientras que en Sacrilegio nos enfrentamos con el sentimiento de temor que domina al hombre ante la inminente muerte[24].
Sin extendernos más en la larga lista de ocurrencias de la muerte en la obra valleinclanesca, profundicemos en la misma sustancia de dicho fenómeno, relacionándolo con el específico trasfondo artístico de su autor. Si de algo adquirió cierto renombre Valle-Inclán, fue de su invención del esperpento, según él, única actitud viable del artista ante una realidad deformada y distorsionada como la que se vio circundado durante su vida. La insistencia obsesiva en lo macabro
[25] y lo fúnebre inunda la amplia obra de Valle-Inclán, hasta encontrar su término oficial acuñado por él mismo[26] en el 'esperpento', constituyendo éste en realidad un tipo de flirteo constante con la idea y el hecho de la muerte. El esperpento de Valle-Inclán es una invención multiuso que le sirve a su creador de crítica social contra una España degradada y decadente; de utensilio literario y artístico, abarcador de los más recientes desarrollos vanguardistas de la época (como por ejemplo lo son las recientes técnicas cinematográficas y la incorporación al arte de lo irreal y de lo horripilante); de premisa filosófica en fin, en la que se fusionan erotismo, religión y muerte[27].
Pero en todo caso, lo que aquí ya nos habrá llamado la atención, es un denominador común entre los tres anteriormente presentados escritores. No lo podría haber puesto nadie mejor que el mismo Valle-Inclán: "poesía de inteligencias enloquecidas o desequilibradas", llenas de "fiebres, desalientos, caídas, arrojamientos de un ideal"
[28]. Es raro que dicha descripción, enunciada por Valle-Inclán en otro contexto, viniera a expresar tanto a él mismo, como también a los demás poetas-escritores de este trabajo. En todos de ellos se esconde una "inteligencia enloquecida o desequilibrada", y todos se perturbaron y se estremecieron por "fiebres, desalientos, caídas, arrojamientos de un ideal". Siendo así obligatorio que todos se atormentaran por la obsesión de la muerte y que todos reclutaran su arte en un intento de contrarrestar tal inestabilidad psicológica suya. Este hilo unificador, más bien latente que explícitamente expuesto entre los tres, ha constituido el acicate de su selección para este trabajo.


Bibliografía general
- Barroso, A. et al. Introducción a la Literatura Española a través de los textos - I. De los orígenes al siglo
XVII. Madrid: Ediciones Istmo, 2001.

FUENTES DE INTERNET
- R. A. Cardwell, Ocnos, o la búsqueda del tiempo perdido. Journal of Iberian and Latin American Studies, Vol. 11, No. 2-3 (August-December 2005), pp. 129-135. Stable URL: http://taylorandfrancis.metapress.com/content/w49613160h6j5701/fulltext.pdf (archivo adjunto).
- J. Larios, Dos finales al principio: 'Diré cómo nacisteis' y 'Noche de luna', de Luis Cernuda. Journal of Iberian and Latin American Studies, Vol. 11, No. 2-3 (August-December 2005), pp. 161-175. Stable URL:
http://taylorandfrancis.metapress.com/content/h14u3273n4wp2647/fulltext.pdf (archivo adjunto).
- P. R. Olson, Time and essence in a symbol of Juan Ramón Jiménez. MLN, Vol. 78, No. 2, Spanish Issue. (Mar., 1963), pp. 169-193. Stable URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0026-910%28196303%2978%3A2%3C169%3ATAEIAS%3E2.0.CO%3B2-E (archive adjunto).
- www.abdn.ac.uk/spanish/idealist/pages/page689.shtml.
- www.adamar.org/numero_22/000232.salas_ecos_cervantinos_en_un_poema_de_cernuda.htm.
- www.asociamec.org/indices/rap/num27-1/169-186.pdf.
- www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/90251734322370596754679/p0000001.htm.
- www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/00365178644682106532268/p0000003.htm.
- http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D12519%2526ISID%253D494,00.html.
- www.elpasajero.com/ventolera/cenizo.html.
- www.fmcva.org/ac-cr/02e5b498890b94f37/02e5b498890c0d348.html.
- www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena%2035-36/LC100a%F1os/Alvarez.html.
- www.ucm.es/BUCM/revistas/ccr/11354712/articulos/ILUR9898130033A.PDF.
- www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/11319062/articulos/CFCL9898220283A.PDF.
- www.ucm.es/info/especulo/bibl_esp/jhispani/molina11.htm.
- www.uhu.es/miguel.marquez/publicaciones/olvido.pdf.
- http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/09/aih_09_2_019.pdf.
Notas:
[1] Consúltese: http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/09/aih_09_2_019.pdf.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] En R. A. Cardwell, Ocnos, o la búsqueda del tiempo perdido (archivo adjunto). El subrayado es nuestro.
[5] Fragmento encontradao en: www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena%2035-36/LC100a%F1os/Alvarez.html. El subrayado es nuestro.
[6] En palabras de Freud: “El conflicto que surge en el yo, y que la melancolía suele sustituir por la lucha en derredor del objeto, tiene que actuar como una herida dolorosa, que exige una contracarga” (Freud, 1988: 2100). Véase ídem.
[7] B. A. Caballero las enumera con detalle: amor-desamor, ansiado-imposible, ilusión-desesperanza, pérdida-añoranza, recuerdo-olvido, vida-muerte, etc. Véase ídem.
[8] Véase ídem. El subrayado es nuestro.
[9] Sobre las notorias deudas de Cernuda al romanticismo europeo, y especialmente al inglés, consúltese: www.abdn.ac.uk/spanish/idealist/pages/page689.shtml.
[10] A la misma conclusión sobre la relación de la obra cernudiana, el existencialismo, el romanticismo y la muerte llega también J. Larios en Dos finales al principio: 'Diré cómo nacisteis' y 'Noche de luna', de Luis Cernuda (archivo adjunto).
[11] Sin que ello signifique que en su caso, su poesía no fuese a la vez participante activa y altamente comprometida con la vida, como acertadamente se subraya en: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/00365178644682106532268/p0000003.htm.
[12] Véase en: www.fmcva.org/ac-cr/02e5b498890b94f37/02e5b498890c0d348.html.
[13] www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/11319062/articulos/CFCL9898220283A.PDF.
[14] Fragmento perteneciente a Páginas dolorosas. Véase ídem.
[15] Versos pertenecientes al poema Los niños que corren. Véase ídem.
[16] En Paul R. Olson, Time and essence in a symbol of Juan Ramón Jiménez (archivo adjunto).
[17] Ídem.
[18] Para una presentación más que suficiente de dicho esquema (tal como lo deducimos en el apartado sobre Cernuda y el tema de la muerte), consúltese: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/00365178644682106532268/p0000003.htm.
[19] Ídem.
[20] Ídem.
[21] Véase en: www.ucm.es/info/especulo/bibl_esp/jhispani/molina11.htm.
[22] Ídem.
[23] Ídem.
[24] Ídem.
[25] Como apunta J. C. Jiménez, en: www.elpasajero.com/ventolera/cenizo.html.
[26] Aunque existen muestras muy convincentes de que Valle-Inclán en realidad se inspiró en una ya existente tendencia europea hacia lo terrible y lo monstruoso; recordemos los paradigmas del propio Goya en el marco español, cuyo eco se proyectó en Baudelaire y en el mismo Valle-Inclán, o del poeta inglés Blake, como acertadamente observa G. Díaz-Plaja, en: http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/02/aih_02_1_022.pdf.
[27] Sobre la fusión de erotismo y muerte que significa el esperpento, como por ejemplo en La cabeza del Bautista, véase ídem. Sobre la identificación de erotismo-religión-muerte, consúltese: www.ucm.es/BUCM/revistas/ccr/11354712/articulos/ILUR9898130033A.PDF.
[28] http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/02/aih_02_1_022.pdf.

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