Wednesday 12 March 2008

El Lazarillo de Tormes: obra renacentista española por excelencia


Aceptaremos en este trabajo la (lógica) suposición de que tanto Garcilaso de la Vega como el anónimo autor de El Lazarillo de Tormes, fueron unos hombres y escritores profundamente condicionados por el clima político, social y sobre todo cultural de la época en la que vivieron (que hoy en día se describe con el nombre ‘Renacimiento’), lo que trataremos de combrobar mediante los rasgos propios de sus obras literarias respectivas. O sea, admitiremos el principio general de que hombres y obras literarias magistrales han de corresponder de modo fiel al entorno y la época en que se engendraron, reflejando las ansias, los ímpetus y las mentalidades reinantes en ella misma.
Para así trabajar, en nuestro caso, necesitaremos hacer breve referencia a los conceptos y procesos clave que conformaron la mentalidad de una era, que por su espíritu radical de transformación y renovación vino a caracterizarse tardíamente como ‘Renacimiento’
[1]. Al relacionar los rasgos generales de dicha época con la coetánea realidad española, analizando el modo según el cual se fusionaron entre sí, podremos luego apreciar mejor las cualidades artísticas y literarias de la obra de Garcilaso de la Vega y de El Lazarillo de Tormes.
Aunque con el peligro de la generalización y esquematización que toda atribución simple de un nombre a procesos o etapas de duración larga suponga, deberíamos en un principio preguntarnos sobre la definición del Renacimiento como período o fenómeno histórico y artístico. En este caso, obligatoriamente nos tendríamos que referir ante todo a la revalorización y reutilización de los logros filosóficos y estéticos de la antigüedad clásica grecorromana, con la subsiguiente introducción, de nuevo, de conceptos y modos de pensar bien olvidados a lo largo de la Edad Media, tales como: el estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo, el platonismo (y neoplatonismo), en el campo filosófico
[2]; el antropocentrismo (en vez del teocentrismo medieval oscurantista) y la sensación de individualismo que éste conllevó, la preeminencia de la razón como supremo arma intelectual del hombre para el entendimiento del mundo y la elevación consecuente del grado de su autoconfianza a alturas antes inimaginables[3], en el campo ideológico; o el excesivo afán científico (bastante ilustre como para dar nacimiento a un Copérnico, un Kepler, un Galileo, y para originar descubrimientos geográficos tan significativos como el de América)[4]; mentalidades todas ellas derivadas del universo filosófico – ideológico grecorromano antiguo, como antes apuntábamos.
Y si quisiéramos ser más completos en nuestra enumeración condensada de los préstamos provenientes del mundo antiguo grecorromano a los que recurrió el Renacimiento europeo, deberíamos también referirnos al campo de la estética que demostró, quizás más que cualquier otro campo lo hiciera, señales de alto nivel de correlación con los preceptos estéticos grecolatinos. Entre ellas destacarían: la búsqueda de la mesurada y armoniosa representación de las formas, el interés casi anatómico para el cuerpo humano que ahora se glorifica y se idealiza, la contención y el equilibrio en la exteriorización del mundo sentimental, el clasicismo formal en vez del realismo basto medieval
[5], un sentido estático de la vida y de la representación artística en vez del dinamismo anterior[6].
El cuadro del Renacimiento se hace más completo si reflexionamos brevemente, sobre otros conceptos, aparte de los relacionados con la antigüedad clásica que acabamos de citar; y el más relevante de ellos es el del Humanismo. Con dicho término se entiende, a grandes rasgos, el movimiento, o mejor dicho la evolución filosófica y cultural aquella, que en realidad constituyó la quintaesencia verdadera del Renacimiento, a tal punto que casi llegó a confundirse con él, y que consistió exactamente en una reivindicación de las llamadas studia humanitatis (las disciplinas provenientes de la antigüedad clásica que se empezaron a resucitar durante la Edad Media y que plenamente florecieron durante el Renacimiento: básicamente gramática, lógica, retórica, geometría, aritmética, astronomía y música)
[7]; en una promoción pues de los estudios clásicos, la que a su vez desembocó en un afán de saber sin parangón, y en la contemplación del ser humano como protagonista del universo, indicio de autoconfianza éste último, que iba a repercutir de modo decisivo en todas las formas de pensamiento y expresión artística de la época.
Añadamos a lo antes descrito, una referencia a otros campos, que como era de esperar, se vieron afectados por los dos pilares conceptuales principales (Humanismo y Renacimiento) que acabamos de explicar: por una parte la Religión, institución todavía omnipotente, no pudo sino también dejarse llevar por el ímpetu transformador, oscilando entre el simple entibiamiento del sentimiento religioso hasta el misticismo íntimo y desde el revisionismo moderado del caso español hasta las posturas más radicales de Erasmo, y aún más de Lutero y Calvino, perdiendo en fin definitivamente el equilibrio tras el acontecimiento estremecedor del llamado Cisma del Occidente
[8]; por otra parte, la política, donde cabe mencionar la sobresaliente figura de Maquiavelo, quien con su El Príncipe, por vez primera se atreve a cuestionar el tópico del gobernante justo y moralmente intachable, hasta entonces unánimemente admitido, contraponiéndole el modelo del príncipe malévolo e inmoral, fruto éste de la índole defectuosa del hombre[9].
En este contexto convulso y turbulento se inscribe tanto la obra de Garcilaso de la Vega, como también la novela El Lazarillo deTormes. Empezaremos analizando la primera. Todavía le debemos a nuestro análisis unos comentarios sobre el modo según el cual se vio influida España por la ideología renacentista europea, o sea cómo y cuándo se incorporaron las principales premisas del Renacimiento europeo a la realidad española. Pero lo haremos simultáneamente con el análisis propio de las susodichas obras literarias, ya que según hemos afirmado antes, obra literaria y época histórica siempre han de complementarse entre sí. En fin, quedará corroborada la inicial hipótesis que hicimos al empezar este trabajo.
¿En qué sentido fue pues Garcilaso el hombre y autor quizás más representativo de su época? Ante todo, su propia personalidad encarnó magistralmente el arquetipo del homre renacentista: de aspecto físico y de peronalidad cautivadores
[10], igualmente hábil en las armas y en las letras, tan delicado como para crear la mejor poesía castellana de su tiempo, y tan atrevido como para morir precozmente en la batalla, lanzándose sin protección ninguna hacia el enemigo francés, en nombre de su rey y sacrificador Carlos V. Quizás no haya modelo más descriptivo de esta personalidad tan impetuosa que el inaugurado por Baltasar de Castiglione en su El Cortesano, libro monumental, en el que desfilan todos los ideales humanistas – renacentistas: la ideología y el pensamiento de la antigüedad clásica grecorromana; la pretensión de la perfección humana; el honor, la honra, el linaje, la caballerosidad, el cultivo del saber, la naturalidad; el desprecio escandaloso para lo religioso y la apasionada y casi pagana apreciación de todo lo humano, de lo mundano, independientemente de su calificación anacrónica de bueno o de malo; la aplicación de ideas neoplatónicas en lo tocante al amor; la necesidad de una educación polifacética del hombre; las cualidades del equilibrio y de una contención en la conducta, en el vestir, en el habla; la carencia de toda afectación, la naturalidad, la espontaneidad; el humor[11];
Nutrido de este arsenal ideológico, Garcilaso iba a: preocuparse de los temas mundanos
[12], del amor y de la Naturaleza principalmente, en vez de los religiosos que hasta entonces monopolizaban la temática literaria, idealizándolos y hasta beatificándolos, revistiéndolos a la par de un tono melancólico heredado de Petrarca y llevado a cimas insuperables[13]; a adoptar e indroducir en España nuevas métricas como la llamada 'lira', géneros literarios como la epístola y la elegía[14], y el verso endecasílabo (y a veces eptasílabo), muy en boga en la poesía italiana renacentista; a valerse de temas e ideas prestadas de la antigüedad clásica; a barnizar su poesía con musicalidad y elegancia mesurada[15]; a elegir los principios de la selección y la naturalidad en su lenguaje[16], abriendo paso a una mayor difusión de su obra entre las masas menos cultas, incorporando a la vez los cultismos que le concedieran a sus versos la sobriedad necesaria[17]; a inclinarse en fin, y en lo referente a la política, hacia la europeización, la modernización y la tolerancia religiosa, posturas que personificaba el rey – Emperador Carlos V[18];
Ya será fácil pues, establecer la asociación entre el clima cultural de la época, impregnada por los ideales del Humanismo y del Renacimiento europeo, tales como los hemos presentado en nuestro análisis ya desde el comienzo de este trabajo y la proyección fiel de dicho clima sobre la personalidad y la idiosincrasia artística de Garcilaso de la Vega. Y es que si bien Garcilaso fue un verdadero pionero y agente principal respecto al trasvase de las innovaciones renacentistas artísticas-literarias en su país, también tenemos que admitir la imagen de una España bien imbuida por las doctrinas humanistas y renacentistas, tras la preexistente ósmosis cultural que caracterizó sus relaciones con su vecina Italia, ya desde siglos antes. Rolán González T. y Suárez-Somonte Saquero P.
[19] nos ofrecen pruebas contundentes sobre esta reacción intensa preexistente entre la España medieval de los Trastámara (Juan II y su hijo Enrique IV principalmente) y el Humanismo italiano del Quatrocento, que osciló desde la correspondencia epistolar entre españoles letrados (como Alfonso de Cartagena y sus discípulos Alfonso de Palencia y Rodrigo Sánchez de Arévalo[20]) y los humanistas italianos, hasta el contacto personal (con la venida a España de personajes como F. Pizzolpasso y G. Aurispa, o a la inversa, con los viajes de españoles a Italia, como lo hicieran Juan de Mena, Alfonso de Palencia y Rodrigo Sánchez de Arévalo), y mediante la circulación en España de los libros de escritores italianos tales como L. Bruni, P. Candido Decembrio, G. Aurispa y Poggio Bracciolini. Tales actividades hicieron que, desde principios del s. XV, reyes y príncipes españoles como los ya mencionados Trastámara adoptaran el modelo del gobernador que combinaba las armas con las letras (no debe ser una simple coincidencia que Garcilaso se atuviera a dicho modelo, casi un siglo más tarde), contratando por primera vez a hombres letrados del tamaño de Fernando Díaz de Toledo o de Juan de Mena, y dando nacimiento a círculos literarios de signo claramente humanista, como el creado por Alfonso Carrillo de Acuña o del poeta insigne Marqués de Santillana[21].
Ahora bien, nuestra tarea de relacionar El Lazarillo de Tormes con el ambiente cultural de su época, va a ser aún más simple, ya que hemos sentado las bases para una comprensión profunda de conceptos como el Renacimiento y el Humanismo europeos, hemos confirmado su estrecha interrelación (casi identificación), hemos detectado los primeros gérmenes de trasvase de la mentalidad humanista europea a España, en épocas muy tempranas (ya desde principios del s. XV) y nos hemos restringido a estos pinitos del humanismo sobre terreno español por considerarlos prueba suficiente de la posterior conexión íntima entre España y el movimiento renacentista europeo. Dentro de este contexto del Renacimiento español va a engendrarse El Lazarillo de Tormes, y es por eso que va a presentar ciertos rasgos, en recta correspondencia con lo que sucedió con la obra de Garcilaso de la Vega como explicábamos.
Pero primero, sería conveniente que nos ocupáramos de las reglas o características del género literario que El Lazarillo de Tormes inició, el de la novela picaresca: en primer lugar, el protagonista es el pícaro (o la pícara), persona procedente de los más humildes estamentos sociales, quien se nos presenta como mañoso, astuto y taimado, pero a la vez capaz de la mayor bondad, característica que normalmente termina por cautivar al lector; un carácter autobiográfico eslabona las narraciones del pícaro sobre los varios sucesos de su vida, legitimando al autor ejercer su crítica, a veces muy dura, a la sociedad que lo rodea, permitiéndole ocultarse detrás del personaje del pícaro; una doble temporalidad existente en la novela, o sea la doble índole del pícaro de actor y de autor, recurso relacionado con el anterior, pretendiendo ocultar el verdadero autor de la obra; una estructura abierta que estriba en la libertad narrativa que caracteriza al pícaro-autor, o sea el pícaro es el único hilo de narración, contándonos todo lo que él desee sin otra conexión narrativa; el carácter moralizante que penetra toda la literatura picaresca, y su carácter satírico
[22].
En este esquema general se encuadra El Lazarillo de Tormes, pero su trascendencia va aún más allá: reside en su severa actitud crítica hacia los problemas éticos y materiales de una España contradictoria, aspirante a liderar el mundo sin haber resuelto primero sus problemas sociales internos
[23]; en su ardor realista y sus preocupaciones individualistas, provenientes del armazón ideológigo humanista y erasmista[24]; en su valiente y revolucionaria elección de un antihéroe como personaje central, en vez del prototipo del héroe caballeresco, invariablemente usado en la literatura española del siglo XVI, como pretexto para un desesperado ataque contra los estamentos privilegiados de siempre de la sociedad decadente española[25]; en su realmente valioso cinismo, su desesperación y pesimismo latentes, combinados estoicamente con una ironía amarga[26], casi perversa; en su profunda penetración en los más sutiles detalles de la psique humana, creando en suma una obra extrañamente complicada y delicada para su época, verdadera reliquia artística y literaria de la humanidad.

Bibliografía
- Barroso, A. et al. Introducción a la Literatura Española a través de los textos - I. De los orígenes al siglo
XVII. Madrid: Ediciones Istmo, 2001.
- López García, J. Historia de la Literatura Española. Barcelona: Editorial Vicens Vives, 2003.
- Πάντου, Σ.. Λογοτεχνία Ισπανίας Ι. Πάτρα: Εκδόσεις Ελληνικού Ανοικτού Πανεπιστημίου, 2001.


FUENTES DE INTERNET
- www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/contextos/1851.htm.
- www.artehistoria.com/historia/contextos/1848.htm.
- www.epdlp.com/escritor.php?id=1636.
- www.garcilaso.org.
- www.lenguayliteratura.net/literatura/Renacimiento.htm.
- www.liceus.com/cgi-bin/ac/pu/05002.asp.
- www.liceus.com/cgi-bin/ac/pu/04401.asp.
- www.mgar.net/var/renacimi.htm.
- www.opuslibros.org/Index_libros/Recensiones_1/castigli_cor.htm.
- www.poesia-inter.net/indexgv.htm.
- www.wsu.edu/~dee/REN/HUMANISM.HTM.
- www2.ups.edu/faculty/velez/Span_402/lazarobow.htm.
- http://cvc.cervantes.es/actcult/garcilaso/anotaciones/morros.htm.
- http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/06/aih_06_1_111.pdf.
- http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/Garcilaso.html.
- http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/SPAN4153Ren.html.
- http://miguelde.cervantes.com/busca_renacimiento.php.
- http://mld.ursinus.edu/~jarana/Ejercicios/Self-Check/Lazarillo/lazaro.html.
- http://roble.pntic.mec.es/~msanto1/lengua/1poerena.htm.
- www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/11319062/articulos/CFCL0101230115A.PDF.
- http://virtual-spain.com/literatura_espanola-garcilaso.html.
-
http://webs.montevideo.com.uy/iurisweb/etica_politica.htm.


[1] Término que oficialmente se atribuye a J. Burckhardt, quien en 1860 publicó su La Civilización del Renacimiento en Italia: un ensayo. Véase en: www.artehistoria.com/historia/contextos/1848.htm y en: http://webs.montevideo.com.uy/iurisweb/etica_politica.htm.
[2] Barroso A. et al, pág. 268 y Vives V., pág. 154, 155.
[3] Barroso A. et al, op. cit. y Vives V., pág. 152.
[4] Πάντου Σ., σελ. 76, 77.
[5] Vives V., pág. 156, 157.
[6] Como ha afirmado Arnold Hauser. Véase en: Πάντου Σ., σελ. 79.
[7] Véase en: www.wsu.edu/~dee/REN/HUMANISM.HTM.
[8] Para una presentación más detallada de las fermentaciones en el campo religioso durante la época, véase en: www.liceus.com/cgi-bin/ac/pu/05002.asp.
[9] Véase op. cit., y en: www.mgar.net/var/renacimi.htm.
[10] Véase en: http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/Garcilaso.html.
[11] El autor anónimo del texto que se encuentra en el sitio web www.opuslibros.org/Index_libros/Recensiones_1/castigli_cor.htm, aunque inconscientemente, nos ofrece una muy satisfactoria sinopsis del ideario de El Cortesano de Castiglione, que en gran medida condicionó la ideología y la formación artística del propio Garcilaso de la Vega.
[12] Elemento que junto a la total carencia de temas bélicos en su poesía, constituye el rasgo más sorprendente respecto a la temática de su obra. Véase en: http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/Garcilaso.html.
[13] Op. cit.
[14] http://cvc.cervantes.es/actcult/garcilaso/anotaciones/morros.htm.
[15] Según Juan Luis Alborg, en: Πάντου Σ., σελ. 85.
[16] Barroso A. et al, pág. 284.
[17] http://cvc.cervantes.es/actcult/garcilaso/anotaciones/morros.htm.
[18] Op. cit.
[19] Véase en: www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/11319062/articulos/CFCL0101230115A.PDF.
[20] Para más información sobre este personaje en concreto y sobre el Humanismo español en general, consúltese el sitio: http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/06/aih_06_1_111.pdf.
[21] www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/11319062/articulos/CFCL0101230115A.PDF.
[22] Sobre estos rasgos generales de la picaresca, véase en: www2.ups.edu/faculty/velez/Span_402/lazarobow.htm.
[23] Barroso A. et al, pág. 329.
[24] Op. cit. pág. 329, 330 y 343.
[25] Op. cit. pág. 330.
[26] Op. cit. pág. 343.

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